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Gol por toda la esvástica


 Por Emilio Osende Santás //

· Símbolos, cánticos, sensibilidades políticas y sociales propias dan buena fe de ello

· El deporte constituye muchas veces un marco donde escenificar conflictos estructurales de la sociedad

En los graderíos de los estadios entre celebraciones, lamentaciones, momentos de tensión, alegría, y de enfado también, emergen de cuando en cuando grupos, que alrededor del fútbol, se van erigiendo como colectivos que trascienden lo deportivo.  .

El «caso Zozulya»

El pasado martes 31 de enero, la directiva del Rayo Vallecano hacía público el acuerdo alcanzado con el Betis por el jugador ucraniano Roman Zozulya, según el cual éste jugaría en el club madrileño hasta finales de junio. Dicho comunicado venía acompañado de una carta escrita por el propio Zozulya, en la que desmentía profesar cualquier tipo de ideología de carácter neonazi.¿Por qué se había decidido a realizar esta nota pública? Para comprenderlo mejor, hay que remontarse a las horas previas de ese mismo martes. Según iban en aumento los rumores del fichaje, comenzaron a aparecer en diversos medios y redes sociales informaciones que vinculaban inequívocamente al jugador con la extrema derecha ucraniana: fotografías donde se le podía ver posando con el batallón Azov, relacionado con el neonazismo; otra imagen en la que se retrataba junto a un dibujo de Stepán Bandera (líder de la antigua Organización de Nacionalistas Ucranianos, cuya rama militar se acabó integrando en el ejército del Tercer Reich durante la 2ª Guerra Mundial); asimismo se revelaba que el grupo paramilitar ultranacionalista «Narodna Armiya» había sido creado, financiado y publicitado por el propio Zozulya.



El día siguiente, miércoles, Vallecas no amanecía en calma. Pancartas y pintadas reclamaban desde primeras horas del día la anulación del traspaso. El barrio madrileño era un clamor: “Vallecas no es lugar para nazis”, “La franja (característica de la equipación del Rayo) no se mancha”. El jugador ucraniano, que llegaba con su representante a las instalaciones deportivas a estampar su rúbrica sobre el contrato, no se lo podía creer. Tras unas horas de incertidumbre, la operación se congelaba por el momento y Zozulya se veía obligado a volver a Sevilla.

Relámpago y trueno de Vallekas

El Rayo no es un club al uso. No lo es al menos su base. El «caso Zozulya» no supone sino la enésima disputa entre la afición y la directiva. Cara y cruz. Por una parte los ejecutivos del equipo, empecinados en hacer caja a toda costa (maravillas del «fútbol moderno»), cayendo a veces en lo ridículo como evidenció el famoso asunto de las “camisetas solidarias”. Por otra parte, la no pequeña masa de seguidores franjirrojos, que han hecho de la lucha contra la discriminación su bandera: llámese fascismo, racismo, machismo, homofobia, xenofobia… Ninguno tiene cabida en Vallecas.

 
“La franja no se mancha de racismo” 

Y es que difícilmente se entendería el Rayo sin conocer dónde se halla insertado. Vallecas, en el sudeste de Madrid, es un barrio cuya condición obrera e izquierdista se ha ido forjando a lo largo de los años. No por nada fue durante la Guerra Civil una de las zonas más castigadas en la capital por los crueles bombardeos del bando franquista; facción que tampoco vaciló a la hora de ejercer una dura represión contra el conjunto del vecindario. Hogar de la parroquia de Entrevías, que al cargo del sacerdote Enrique de Castro, heredero de la teología de la liberación latinoamericana, puso de relieve la Iglesia como foco de militancia y acción social. El único distrito madrileño donde nunca ha ganado el Partido Popular. En recientes palabras de la Plataforma ADRV (asociación de peñas rayistas): “Para lo bueno y para lo malo somos una afición diferente, de un barrio diferente”.

Demoniza, demoniza, demoniza que algo quedará

El «caso Zozulya» ha vertido, en un breve período de tiempo, verdaderos ríos de tinta. Un extenso número de noticias, crónicas, entrevistas y editoriales sobre el jugador han salpicado los medios de comunicación en los últimos días. Desde telediarios hasta periódicos de todo el arco informativo parecían haberse puesto de acuerdo en lo que al tratamiento del incidente se refería. Era intolerable lo que había ocurrido. Pura discriminación. Y es que cuando se trata de reprobar elementos discordantes, el “toque de corneta” opera con total eficiencia. Así ocurrió también en el asesinato del hincha deportivista Francisco Javier Romero Taboada, “Jimmy”, a manos de los integrantes de Frente Atlético, organización de extrema derecha que presta su apoyo al equipo del Manzanares, en lo que fuentes cercanas al suceso calificaron como “una auténtica cacería”.

Un “modus operandi” homogéneo y coordinado. De esta manera, la prensa actuando prácticamente como una estructura única, sigue una estrategia consistente en demonizar, buscando causar un efecto de deshumanización y por tanto, despolitizador en el sentido común de la sociedad. Una montaña de supuestos antecedentes criminales, aparecidos repentinamente de la nada, aplastan y desdibujan cualquier connotación política o ideológica de los hechos. El servilismo de los medios al poder por desgracia es lo que tiene.

 
Pier Paolo Pasolini “ El fútbol es el espectáculo que ha sustituido el teatro. El cine no ha podido sustituirlo, el fútbol sí” 


En el espléndido prólogo del libro de Carlos Taibo “O penálti de Djukić”, Carlos Calvo recupera la memoria de Manuel Fernández Fernández, «Pahíño», jugador del Deportivo y del Celta en la década de los 40 y 50. Ávido lector, alternaba los textos de Dostoievski, Hemingway o Lajos Zilahy con los de Ramón Cabanillas. Señalado y repudiado de la selección española al no poder contener la carcajada ante un alto militar de la dictadura que durante el descanso de un partido contra Suiza exigía a los jugadores “cojones y españolía”. En 2009, 3 años antes de fallecer, Pahíño se confesaba: “No tengo odio a nadie, pero los fascistas me dan asco”. Pues eso. Viva el fútbol.

 
“Futebol”.Desenho de Carlos Calvo Varela. De volta para Loureda


Emilio Osende Santás

Estudiante de Medicina con cierta propensión a hacer guerra de trincheras literaria. «I eu, morrendo nesta longa noite de pedra». El autor de este artículo escribe en Medium.com
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