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Sevilla, qué grande eres, y cuánta fuerza pones en hacerte pequeña


OPINIÓN /// Por Lola Zehinos //

Cosas que, tras más de una década viviendo en Sevilla, jamás entenderé.

Vivo en la Alameda de Hércules.
Hace dos semanas me crucé, en distintos días, con dos procesiones, con sus correspondientes cortes de calles durante horas, despliegue policial tanto para guiar la procesión como para guiar a los vehículos hacia las calles por donde debían transitar, camión de Lipasam al final de la marabunta para limpiar la mierda dejada.
Bandas de música con sus correspondientes tambores, trombas de personas que venían en dirección contraria a la mía, literalmente no podía andar, era imposible (y como uno de esos días iba a casa de una amiga, casualmente grabé un vídeo para enviárselo para que viera por qué no llegaba, así que tengo pruebas de ello). Por supuesto, escuchaba las bandas de música en el interior de mi casa y con todo cerrado, para mí es increíblemente molesto ese sonido repetido de tambores interminable. Pero bueno, ya está, lo "tolero", es algo intocable, de eso me he dado cuenta.
Estoy hablando de UNA sola semana en la Alameda. Estamos en octubre.


No sabéis lo que tenéis, hasta que lo perdéis

Antes vivía en Triana, lo que hacía que esta situación fuese mucho más común. Si bien es cierto que a veces superaba mi paciencia, no dejaba de pensar: "vale, son sus tradiciones, les gusta, tengo que respetarlo, y tal, y tal". Pero vivía en Triana (que, por cierto, me encanta para vivir, y de la que no me habría ido si no fuera por trabajo), y Triana también conlleva la feria (ahora prolongada por votación popular), y también conlleva la salida de carretas (espero estar llamándolas por su nombre) al Rocío. Al final, mi paciencia se agotaba cada vez más rápido. Cuando no había una procesión, había cohetes por algo, cuando no había cohetes es que estaban con los preparativos de la feria, cuando era la feria salía de mi casa a trabajar y lo único que encontraba era basura, gritos, borrachos, heces humanas, olor a meados, cristales rotos, autobuses urbanos que cambiaban contínuamente sus recorridos (gran jodienda para lxs currantes), coches con "percances",... pero no pasaba nada, porque cuando no era la feria era la Semana Santa. De la Semana Santa siempre me hizo gracia algo, que le llamen Semana, cuando debería llamarse Año. No hace ni dos meses leí un artículo en una revista cofrade donde un propio cofrade comentaba, en un artículo de la revista, que quizás era un poco excesivo que en lo que llevábamos de año (era junio cuando lo escribió) hubiera habido más de 400 procesiones en Sevilla.

Repito sus palabras: más de 400 procesiones en medio año. A ese cofrade le parecía un abuso.


Jamás entenderé ese doble rasero de Sevilla. El 'me molestas tú pero yo no molesto nunca'

Hoy tengo que leer un artículo donde se critica el Monkey Week (cómo no), un festival que acaba de terminar hoy mismo, que ha durado tres días, con música en directo, en la Alameda, con horario de 6 de la tarde a 12 de la noche, en fin de semana. Vecinxs que afirman "que se han visto obligados a abandonar sus casas", que "el sonido era insoportable", "que no podían dormir ni trabajar". De esos tres días tenemos que descontar el domingo, pues hoy terminaba mucho antes, y no escucho, viviendo en plena Alameda, ni el pedo de una rata desde hace varias horas. Ha habido grupos de todo tipo, ha habido familias enteras, niñxs de todas las edades, chavales, jóvenes, viejóvenes como yo, otrxs que me sacan un par de décadas en edad, bailando, divirtiéndose, disfrutando de música en directo (algo de lo que Sevilla precisamente no puede presumir mucho), escuchando música con letras en vasco, bandas chilenas, viendo coreografías, bebiendo, por supuesto, por qué no. En fin, algo que te puede gustar más o menos pero es de agradecer por su chispita de frescura y diversión. Y que al ser dos días y medio, pues tampoco es que te joda la vida, hablando en plata.
Dos días y medio.

Nunca, jamás, entenderé el doble rasero de Sevilla en ese aspecto. Llevo más de una década intentando entenderlo, y sigo sin conseguirlo.
Doy por hecho que el Monkey Week no se hará el año que viene en mi barrio, casi seguro que no se repetirá en Sevilla en general. Y así estamos, y así nos quedamos. Y esto es lo que queremos, y lo que merecemos, al parecer.

Qué pena y qué desgracia, la tolerancia intolerante, el "me molestas tú" pero "yo no molesto nunca", las churras y las merinas, las guerras civiles del aburrimiento perpetuo, el "si no tengo problemas me los invento", que mi concierto vale más que tu Cristo, que mi feria es más cultural que tu guitarra eléctrica, que este barrio es mío, que ese de allí es el tuyo, que yo ni si quiera soy de aquí, que pa qué hablo.

Y ahí os quedáis, en la ciudad que necesita una torre Pelli para parecer una ciudad.
Y qué pena, porque yo también quiero quedarme, entre el Barroco y el contemporáneo, pero no en la Edad Media. Porque no sabéis lo que tenéis, hasta que lo perdéis.

Sevilla, qué grande eres, y cuánta fuerza pones en hacerte pequeña.
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